Si todavía no conoces de que se trata el término «logística de última milla», Julián Egea, Jefe de Operaciones de Goucargo, te lo cuenta.
«Hace unos días, mientras esperaba la entrega de un paquete, me puse a pensar en cómo hemos cambiado nuestra relación con el mundo que nos rodea. Recordé cómo hace algunos años, recibir algo en la puerta de casa era un evento, una ocasión especial que marcaba el día. Hoy, sin embargo, las entregas llegan casi a diario, con una precisión y frecuencia que apenas nos detenemos a notar. Nos hemos acostumbrado a la conveniencia, y, en esta nueva normalidad, pocas veces nos detenemos a considerar la complejidad que hay detrás de cada entrega, de cada paquete que llega a nuestras manos. Esto me lleva a reflexionar sobre un tema que no he dejado de pensar desde entonces: ¿Qué hay detrás de esa entrega rápida que damos por hecho?»
¿Qué es la logística de última milla?
En la logística, el término «última milla» describe ese último tramo, el que lleva el paquete desde un centro de distribución hasta el hogar del cliente. Parece sencillo, ¿verdad? Pero, como en tantos aspectos de la vida, la realidad es más complicada de lo que percibimos. Este último paso, en el que la mercancía se convierte en experiencia para el cliente, está lleno de retos y de elecciones que impactan a todos los que formamos parte de la cadena de consumo.
Nos encontramos inmersos en una era de inmediatez: queremos todo ahora, y la logística de última milla se esfuerza por cumplir con esa expectativa. Empresas, transportistas y repartidores trabajan al límite para lograrlo. Pero, ¿a qué coste? Nos concentramos tanto en lo que queremos, en recibir nuestro pedido al instante, que no siempre nos detenemos a pensar en lo que estamos dejando atrás. Nos adaptamos a un ritmo donde la sostenibilidad, la calidad de vida de los repartidores y el impacto ambiental a veces se sacrifican en nombre de la velocidad y la comodidad. Quizá deberíamos preguntarnos si estamos eligiendo lo que realmente importa, o si simplemente estamos atrapados en la inercia de una demanda que parece no tener freno.
Es una paradoja interesante: buscamos la comodidad, pero en ese afán, no siempre nos detenemos a considerar qué sucede más allá de nuestra puerta. Así como en la vida personal nos vemos atrapados en la “zona de confort”, en el consumo estamos en una zona de conveniencia que rara vez cuestionamos. Sin embargo, al igual que en la reflexión sobre nuestros propios objetivos, la logística también enfrenta su propio dilema: ¿cómo satisfacer al cliente sin comprometer demasiado a los trabajadores ni al planeta?
¿como podemos ayudar al medio ambiente?
La logística de última milla nos enseña algo más que la importancia de la rapidez; nos habla de cómo pequeños cambios en nuestros hábitos y en nuestra forma de consumir pueden generar un impacto positivo. Quizá podríamos dar un paso atrás y pensar: ¿de verdad necesitamos ese paquete al día siguiente, o podemos esperar un poco más? A veces, la comodidad también puede estar en saber que estamos contribuyendo a un modelo más sostenible y equitativo.
Deberíamos hacer, como individuos y como consumidores, un ejercicio de introspección similar al que hacemos en nuestras propias vidas. Tomarnos un tiempo para preguntarnos si nuestro consumo responde a una verdadera necesidad o a un hábito impuesto por el ritmo actual. Porque, al final, no se trata solo de saber lo que queremos recibir rápido, sino de entender lo que no queremos sacrificar en el proceso: la salud de quienes entregan, el impacto en el entorno y la calidad de las relaciones humanas detrás de cada paquete.
Quizá es hora de replantearnos la relación que tenemos con el mundo de la logística de última milla, una relación que, al igual que en la vida, nos pide tener claros tanto nuestros deseos como aquello que preferimos dejar fuera de nuestro camino.